Ante el interés que ha suscitado la subasta del Palacio Olabarri, la Autoridad Portuaria de Bilbao (APB) ha decidido prorrogar su plazo de presentación de ofertas. La puja se prolongará un mes y medio más de lo previsto, hasta el día 2 de junio.
Ubicado en pleno paseo Campo de Volantín, el palacete fue sede de la APB durante casi medio siglo hasta que esta fuese trasladada a Santurtzi en 2013. Desde entonces, la espectacular y emblemática edificación ha permanecido en desuso.
Si bien ya hace casi un año desde que se anunció la puesta en venta del inmueble, no ha sido hasta principios del pasado mes de marzo cuando el anuncio de la subasta se publicó en el BOE. En este se estableció el precio base en alrededor de 10,5 millones de euros, una cifra que incluye también el edificio anexo y una parcela de 2.200 metros cuadrados.
Las empresas que deseen postularse deberán presentar sus ofertas en sobre cerrado, cada una de las propuestas acompañada de un depósito previo de más de 500.000 euros. A posteriori, será el 15 de mayo cuando se celebre de forma pública la apertura de las propuestas.
Desde un hotel hasta un museo
El futuro del Palacio Olabarri es incierto, ya que el abanico de posibilidades que podría albergar tras su venta es muy amplio. El inmueble podría destinarse próximamente a cualquier tipo de uso privado o público a excepción de viviendas o industria.
La antigua residencia de la familia Olabarri ha suscitado un notorio interés entre diversas empresas y firmas. Ese ha sido precisamente el motivo que ha conducido a la prórroga de la subasta y también a la ampliación del número de fechas disponibles para que los postulantes visiten el edificio, un total de tres.
Tal y como ha dejado entrever Ricardo Barkala, actual presidente de la Autoridad Portuaria, hay hasta 12 posibles compradores. Su ubicación privilegiada, a orillas de la ría y frente al Museo Guggenheim, y su carácter histórico hacen del Palacio Olabarri un inmueble de lo más atractivo para innumerables usos.
Entre los posibles escenarios de cara a su futuro, destaca la posibilidad de reconvertir este edificio del siglo XIX en un hotel de lujo. Otras de las opciones que se barajan es que acoja un nuevo museo o que se convierta en la sede social de alguna empresa local o de una multinacional.
Sea cual sea su destino final, el precio a pagar por el palacete y su edificio anexo será alto. Además del desembolso que supone la propia compra, también habrá un coste de rehabilitación y de adaptación del edificio a su nueva actividad. Este proceso estará condicionado por la protección del inmueble, catalogado como patrimonio histórico arquitectónico.