A pesar del interés que suscitó desde el primer momento la subasta del Palacio Olabarri, todavía no hay comprador para este icónico edificio de la villa. La puja que puso en marcha la Autoridad Portuaria de Bilbao (APB) el pasado mes de marzo ha quedado desierta.
Si bien a finales de abril se decidió prorrogar el plazo de presentación de propuestas un mes y medio más de lo previsto, este ha llegado a su fecha final sin ninguna oferta sobre la mesa. Ante esta situación, el día 13 de julio el Consejo de Administración de la APB estudiará los siguientes pasos.
Una de las posibles soluciones que se barajan es la reducción hasta en un 15% del precio base del palacio, de 10,5 millones de euros, pero habrá que esperar a la decisión final de la entidad. Por el momento, aunque aún no se reabrirá el proceso de subasta, seguirá vigente la posibilidad de compra por el mencionado precio base.
Un alto interés que no se traduce en la compra
Según hicieron público fuentes de la Autoridad Portuaria, hasta una decena de posibles compradores expresaron su interés por el Palacio Olabarri. Ubicado en pleno paseo Campo de Volantín, el palacete fue su sede durante casi medio siglo hasta que esta fuese trasladada a Santurtzi en 2013.
La espectacular y emblemática edificación ha permanecido en desuso desde entonces, una situación que parece seguir prolongándose. Y es que el alto número de empresas y firmas interesadas durante el periodo de subasta no se ha traducido en la compra del inmueble.
Esta incertidumbre sobre el futuro del Palacio Olabarri hace que el abanico de posibilidades tras su venta siga abierto. El inmueble podría destinarse a cualquier tipo de uso privado o público a excepción de viviendas o industria.
Su ubicación privilegiada, a orillas de la ría y frente al Museo Guggenheim, y su carácter histórico hacen de él un inmueble de lo más atractivo para innumerables usos. Entre esos posibles escenarios destaca la posibilidad de reconvertir este edificio del siglo XIX en un hotel de lujo.
Otras de las opciones que se barajan es que el Palacio Olabarri acoja un nuevo museo o se convierta en la sede social de alguna empresa local o de una multinacional. En cualquier caso, sea cual sea su destino final, el precio a pagar por el palacete y su edificio anexo ha demostrado ser alto.
Al desembolso que supone la propia compra hay que sumarle el coste de rehabilitación y adaptación del edificio a su nueva actividad. Además, otro de los obstáculos que posiblemente echan atrás a los compradores es que todo este proceso estará condicionado por la protección del inmueble, catalogado como patrimonio histórico arquitectónico.