La arquitectura es el retrato más fiel del paso del tiempo cualquier ciudad, capaz de capturar en piedra su historia, con sus mejores y peores momentos. En el caso de Bilbao, algunos de esos buenos se vivieron en el siglo XIX, periodo en el que la Villa vivió una expansión residencial.
Precisamente son prueba viva de ella los numerosos palacetes que se construyeron en esa época. Viva porque muchos de ellos todavía forman parte del ecosistema del callejero bilbaíno. Y uno de los ejemplos más espectaculares de este tipo de edificación es el Palacio Olabarri.
Más de 125 años de historia
Situado en el Paseo Campo Volantín, a escasos metros del puente de La Salve, este excepcional edificio es uno de los pocos resquicios residenciales de finales del siglo XIX que se conservan en esta céntrica zona bilbaína. En sus más de 125 años de historia ha sido testigo y protagonista de la transformación de la Villa.
Inaugurado en 1897, fue ideado por el arquitecto Julián de Zubizarreta con influencias tanto inglesas como francesas. En un primer momento fue concebido como residencia de José María de Olabarri, el hombre de negocios de alto estatus de quien aún conserva el apellido.
Después, tras pasar por las manos del Obispado, en 1953 se convirtió en propiedad de la Autoridad Portuaria de Bilbao, que lo conserva hasta nuestros días. No obstante, en 2017 se puso sobre la mesa la posibilidad de su venta, que acaba de salir a subasta.
Aunque se baraja la posibilidad de que se convierta en un hotel de lujo o en la sede de una empresa, hay hasta 12 posibles compradores del palacete, por lo que todavía se desconoce qué albergará en el futuro próximo. Al precio base establecido, de alrededor de 10,5 millones de euros, habrá que sumarle los costes de rehabilitación.
Un espectáculo por fuera y por dentro
La ubicación privilegiada del Palacio Olabarri, frente al emblemático Museo Guggenheim, lo convierte en uno de los protagonistas indiscutibles de cualquier paseo a orillas de la ría. No obstante, aunque su exterior es de sobra conocido por bilbaínos y visitantes, los tesoros que alberga son un secreto bastante bien guardado.
El interior del palacete no tiene nada que envidiarle a la deslumbrante fachada. Tras sus puertas nos espera una escalinata de película, vidrieras espectaculares o una imponente cúpula.
En definitiva, las entrañas del Palacio Olabarri son todo un derroche de ostentosidad que, sin embargo, solo pueden ser visitadas durante un fin de semana al año. La única posibilidad de cruzar sus puertas la ofrece el festival Open House Bilbao, una cita que acerca a la ciudadanía a los edificios y espacios más destacados de la ciudad a través de guías y de manera totalmente gratuita.
Así que si quieres adentrarte en el interior y conocer más de cerca este excepcional edificio del siglo XIX, tu mejor baza es formar parte de este festival, que también te permitirá conocer otros edificios singulares que, como el Palacio Olabarri, han marcado la historia de la Villa.