En la Bizkaia de principios del siglo XX el fenómeno del éxodo vasco estaba a la orden del día. Entre otros destinos, Estados Unidos fue una de las principales chinchetas en el mapa por las oportunidades laborales que ofrecía. Los euskaldunes, que tenían fama internacional de buenos pastores, buscaban oportunidades más allá de sus fronteras y el norte de Estados Unidos se convirtió en la promesa de una mejor vida.
Este fue el caso de Idaho, un estado desindustrializado y plagado de ranchos. Según la revista National Geographic, en 1918, había más ovejas que humanos, con una proporción de seis a uno. Este fue el principal motivo por el que los pastores vascos fueron recibidos con los brazos abiertos en este estado y, más concretamente, en su capital: Boise.
Era tal la necesidad de pastoreo en la zona que, al poco de llegar los primeros grupos de vascos, los propios ganaderos del territorio les pedían que convencieran de venir a otros pastores euskaldunes y así, poco a poco, la comunidad vasca en este pueblo estadounidense fue cobrando cada vez más importancia. A día de hoy, incluso puedes identificarte como vasco -en relación a tu ascendencia- en el censo del estado.
Un downtown en el que ondean ikurriñas
Pero, ¿fue tan grande la huella de estos emigrantes vascos para que sigamos considerando a Boise ‘un pueblo vasco perdido en Idaho? Esa pregunta se responde por sí sola al pasear por el downtown de Boise, el centro histórico de la ciudad en el que, de pronto, se levanta una manzana de edificios que recibe el nombre de Basque Block.
En esta cuadra ondean ikurriñas, hay murales, locales y restaurantes con productos típicos vascos, un museo de cultura vasca e incluso un frontón. Este vecindario tiene su propia web, en la que invitan a conocer la cultura vasca de Idaho a través de su Basque Museum o de locales como el Bar Gernika (conocido por servir kalimotxo), el mercado vasco, con oferta de pintxos o tapas de pimientos del piquillo, gildas o chorizos de pamplona.
Por supuesto, y como no podía ser menos, la afición athleticzale también tiene su hueco en este remoto paradero euskaldun. Desde 2014, la capital de Idaho cuenta con la Peña Boiseko Athletic Club, peña oficial del equipo bilbaíno que cuenta con gran número de seguidores.
El nivel es tal que, en el verano de 2015, el Athletic jugó un amistoso contra el equipo de primera división mexicana Club Tijuana. Los leones jugaban por primera vez en Estados Unidos desde 1967 y, al aterrizar en el estado, quedaron completamente sorprendidos al ver que un enorme grupo de aficionados les esperaban para recibirlos.
Jaialdi, una celebración de las raíces euskaldunes
Probablemente el elemento más característico de la huella vasca en Boise es el Jaialdi, un festival que tiene lugar cada cinco años para celebrar las raíces vascas del territorio. Durante seis días, las West Groove Street se llena de alboroto con espectáculos de danzas vascas -como el aurresku-, melodías al ritmo de txirulas o trikitixas, kalimotxos y recetas vascas.
Además de estos espectáculos, el evento cuenta con una “noche deportiva”, en la que se cuenta con campeonatos de deportes tradicionales vascos, como los harrijasotzaileak (levantadores de piedras), los aizkolariak (cortadores de troncos) o los competidores de herri kirolak (deportes rurales/tradicionales) que lanzan fardos de heno, levantan carretas, izan yunques y cargan pesas.
El próximo Jaialdi tendrá lugar el año que viene, entre el 29 de julio y el 3 de agosto de 2025. Aunque todavía no están confirmados todos los eventos y espectáculos que tendrán lugar durante estos días, ya hay alguna información disponible del festival en su web.