El Notting Hill bilbaíno. Así se conoce al pintoresco barrio de Irala, una zona de la capital vizcaína que encontramos principalmente entre las calles Baiona, Kirikiño y Zuberoa. Y es que pasear entre sus características casas de colores, mayoritariamente de entre 2 y 3 alturas, es como viajar al emblemático barrio londinense sin salir de la Villa.
Aunque se ha ido popularizando en los últimos años gracias a las redes sociales, Iralabarri sigue siendo uno de los grandes desconocidos de Bilbao, especialmente para los visitantes. Se trata de uno de esos lugares que, al contrario de lo que ocurre con otras ubicaciones icónicas como el Casco Viejo o el Museo Guggenheim, suelen quedarse fuera de las guías turísticas y que, sin embargo, bien merecen una visita.
El Notting Hill bilbaíno
El nombre con el que se ha acuñado Iralabarri no es en vano, ya que esta singular urbanización se construyó en torno a 1916 tomando como referencia el modelo británico de urbanizaciones. Detrás de esta idea estuvo un empresario, Juan José Irala, del que el barrio recibió la que es su verdadera denominación.
Fue tras instalar su panificadora en la ubicación donde se encuentra actualmente Irala cuando concibió el proyecto. Promovió la construcción de un barrio en las que entonces eran las afueras de Bilbao con el objetivo de albergar a los obreros y empleados de la ciudad, especialmente a aquellos que trabajaban en su fábrica.
La zona era idónea para ello, pues contaba con una gran extensión de terrenos limpios situados tras la plaza de toros de Vista Alegre. Además, se encontraba próximo al trayecto del tren y a la estación ferroviaria de mercancías, algo que era esencial para el buen funcionamiento de la panificadora.
Su sueño se hizo realidad de la mano de dos arquitectos bilbaínos: Federico de Ugalde y Enrique Epalza. Entre los proyectos personales de estas dos figuras, clave en la construcción de la zona en los inicios del siglo XX, destacan la restauración del Teatro Arriaga tras el incendio de 1914 y la construcción del Hospital de Basurto, respectivamente.
Juntos, y con la intervención también de Pedro Peláez, diseñaron Iralabarri, un barrio de viviendas individuales funcionales que disponían de cocina, aseo, salón y de dos o tres dormitorios. Estaban, además, dotadas a su alrededor de los servicios esenciales, tales como colegios, iglesia, economatos o una oficina de correos.
En apenas una década dieron vida al barrio de Irala, una especie de aldea dentro de Bilbao conformada por unas 15 calles repletas de casas de colores. Resultado de la combinación del estilo neovasco con la influencia anglosajona y algunos detalles modernistas, las fachadas de Iralabarri componen una de las escenas más pintorescas y con más historia de la Villa.