Han pasado 110 años (que diría Rose) desde que se produjo el accidente marítimo más famoso de la historia, el del Titanic. La noche del 14 de abril de 1912, durante su viaje inaugural a Nueva York, el transatlántico chocó con un iceberg en un trágico accidente que propició su hundimiento al fondo mar.
Su caso se popularizó todavía más con su salto a la gran pantalla a través de los ojos de James Cameron. El idilio fatídico entre Rose y Jack, encarnados por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, conmovió a los espectadores de todo el mundo en 1997 y los convirtió en la cara visible de la tragedia.
No obstante, muchas historias viajaban a bordo del Titanic, y quizás no sabías que junto a él se hundió un pequeño trozo de Bilbao. Ahora que la película está a punto de reestrenarse en los cines de todo el mundo para celebrar su 25 aniversario, es un buen momento para recordarlo.
Un vínculo con Bilbao que sigue vivo
Aunque por suerte en su interior no viajaba ninguna persona de origen vasco, sí lo hicieron unos caramelos de tofe de Arrese, una pastelería abierta desde 1852 que a día de hoy aún forma parte de la Villa. Tal y como cuentan desde la propia pastelería, una mañana entró una señora de la familia Martiartu a comprar una caja de sus famosos caramelos de tofe en su tienda de la calle Bidebarrieta 8.
Los dulces eran un regalo para una pareja amiga de la familia que se dirigía a Nueva York de luna de miel. Y el medio de transporte para ese viaje transatlántico no sería otro que un barco llamado Titanic.
Un trágico desenlace
Víctor Peñasco y Castellana, nieto de José Canalejas, y María Josefa Pérez de Soto son los verdaderos protagonistas de la historia. Pertenecientes a la alta sociedad madrileña, estos dos jóvenes recién casados fueron los destinatarios de los famosos caramelos que compró en Bilbao la familia Martiartu.
La pareja recibió en París el envío de origen bilbaíno, pero fue en el puerto de Cherburgo donde, junto a su doncella, subieron al Titanic destino a Nueva York. El desenlace de su historia no dista mucho de la tragedia que retrató James Cameron en su película.
Tras el accidente marítimo, tanto María Josefa como la doncella que viajaba con la pareja consiguieron salvarse en uno de los botes reservados para mujeres y niños. Víctor, por desgracia, sufrió la misma fortuna que el transatlántico y se hundió junto a los famosos caramelos de Arrese.