Vivimos acelerados, con el piloto automático puesto, y como consecuencia de ello son muchos los lugares o detalles que pasamos por alto en nuestro día a día. Espacios que están ahí, pero en los que nuestra mente no repara hasta que echamos el freno y abrimos los ojos. Algunos de estos pueden no tener mayor importancia o interés, pero otros, una vez descubiertos, llaman la atención y guardan una curiosa historia detrás.
Este último es el caso de la pequeña y misteriosa caseta que puede verse sobre la ría de Bilbao. Una diminuta edificación que se encuentra a la altura del Hotel Hesperia y que es visible desde el Paseo de Uribitarte, a medio camino entre los puentes de Zubizuri y La Salve.
¿Quién vive ahí?
Descubierto este lugar, la curiosidad despierta. Sin embargo, y lejos de la fantasía e imaginación que pueda suscitar, la caseta no es la guarida de ningún duende o criatura mitológica. Tal y como informa la cuenta de Instagram Historias de Bilbao, esta pequeña edificación guarda una estrecha relación con su ubicación. No en vano, se trata de la caseta de los boteros del antiguo gasolino de Uribitarte.
Actualmente es un servicio que está en desuso debido a los numerosos puentes que cruzan Bilbao, pero lo cierto es que Villa no siempre fue como la conocemos ahora. En el pasado no había tantas conexiones entre las dos orillas, y para suplir este problema existían diferentes botes que te ofrecían cruzar.
¿Qué pasa con las flores?
Esta curiosa caseta guarda, además de su historia, una misteriosa continuidad hasta nuestros días. Las flores que cuelgan de sus ventas están, tal y como se puede apreciar, cuidadas y en perfecto estado, pero ni la Autoridad Portuaria ni el Ayuntamiento de Bilbao se encarga oficialmente de esta tarea.
Si bien ahora sabemos algo más sobre ella, el enigma de esta caseta sigue vivo. La ubicación de este lugar hace difícil cambiar las flores, lo que nos lleva a pensar que se realiza en barca y solo con marea alta. ¿Podría ser algún familiar de un antiguo botero? Quizás sea eso o quizás sea un empleado municipal de la empresa que limpia la ría que lo hace por voluntad propia. Quién sabe.
Sea como sea, lo cierto es que las flores no solo le otorgan mayor belleza a la caseta, sino que mantienen encendida una llama de misterio que, al parecer, es inherente a ella. Así que abre los ojos, que la incógnita aún no se ha resuelto.